Seguimos adelante a través de talleres virtuales.  Compartimos algunas de las experiencias.

Actividad: Cuentos de cuarentena.

Eje transversal: Habilidades socioemocionales.

Contenido: autopercepción, comunicación y reflexión sobre la cotidianeidad.

Consigna:
Queremos invitarles a jugar con la imaginación, la creatividad y la posibilidad de expresarnos a través de la narración. Por estos días, en los que pasamos muchas horas en casa, las acciones cotidianas se pueden volver repetitivas o novedosas (cosas que habitualmente no hacemos y ahora sí). La propuesta que les queremos hacer es contar alguna de esas acciones y transformarla en un cuento. A modo de ejemplo e inspiración les dejamos un cuento del libro «Historias de cronopios y de famas», de Julio Cortázar: Instruccions para Subir una Escalera. Compartimos los cuentos y reflexionamos sobre ellos en el taller virtual.

Compartimos algunos en este artículo y si desean pueden descargar todos aquí.

Cuento 1

Sin importar el momento o situación, lo hago. Lo hago cuando se supone que debería estar concentrada, cuando debería estar distraída y hasta cuando debería estar dormida. A veces lo hago sin querer, y otras completamente a propósito. Lo estoy haciendo si me acuesto y miro el techo, también lo hago si estoy sentada mirando a través de la ventana. Siempre me pregunto si soy la única, pero estoy bastante segura de que no es así. Me imagino en distintas situaciones, repaso todas las posibles variables que pudo haber tenido mi vida. Catorce millones seiscientos cinco futuros, y en cada uno siempre hay algo distinto. En uno soy actriz, en otro una renombrada científica. En algunos he ganado premios, tanto así que ya tengo varios discursos preparados, y en otros vivo sola y aislada. ¿Qué habría pasado si hubiese nacido en otra familia? ¿Que estaría haciendo ahora si en vez de tomarme un ómnibus aquella vez, hubiese tomado un taxi? Y así, entre sueño y sueño pasa el tiempo. A veces vuelvo a donde los dejé, otras comienzo de nuevo. Todo esto fue cierto y pudo no haber sucedido.

Cuento 2

Se empieza situándose en un lugar súper cómodo, si te encuentras en un lugar un poco incómodo a veces es dificultoso el concentrarte en la lectura. A veces apetece un libro en físico, el olor a las hojas, la simple satisfacción de pasar las páginas y lo bien que se puede leer; pero los libros electrónicos suelen ser mi opción, ya que se cuenta con más variedad para poder elegir y puede llegar a resultar más cómodo ya que es un poco más flexible que un libro, pero sí es cierto que no resulta muy cómodo cuando te empieza a doler la muñeca o cuando la vista se te cansa y te empieza a doler la cabeza, imposibilitando que te puedas concentrar en la lectura.

De todos modos, aunque todo lo que respecta al libro y lugar donde nos sentemos o recostemos , es importante, el ambiente en el que nos situemos también lo es.
Puedo estar súper cómoda en una silla de mi living; pero aún así no concentrarme en la lectura, gracias a tener el informativo a todo volumen hablando del coronavirus.
En fin, decido irme a recostar un rato en mi cama para poder leer tranquila, pero mi concentración vuelve a verse interrumpida gracias a los gritos de mis vecinos, o más específicamente a los gritos de sus hijos (incluso en este momento el redactar esto se me está dificultando por esa razón).

Lo bueno es que a la tarde los niños bajan a jugar al patio, mis papás duermen por lo que el informativo no se siente y es un ambiente perfecto para poder leer; el único problema es que hay que sacrificar algo tan valioso como lo es la siesta, pero a veces es necesario. Una vez te concentras en la lectura, ya es muy difícil que alguien te saque de ese mundo fantasioso por lo que podés estar tranquilo/a.

Cuento 3

Doblar ropa. Tal vez absolutamente nadie podría imaginarse la magia y diversión que hay en esta simple actividad. O quizá, no tan simple, pues requiere de una particular concentración para poder hacerlo perfecto.

Y aquí también podríamos cuestionar «lo perfecto». ¿Cómo se dobla perfectamente una camisa? ¿Se dobla o se cuelga? ¿Y un pantalón?
Pues yo, a esta actividad, le he encontrado mi propio concepto de perfección. Siempre debemos comenzar por analizar para quién estamos doblando…
Y qué tan perfecto debería quedar. Después elegimos la prenda. Es importante este paso… Pues la perfección deriva también de qué elijamos para hacerlo perfecto y qué sigas considerando tú como perfecto.

¿Es perfecta una remera con manchas? ¿Un pantalón roto de alguna caída divertida?
Pues sí. Quizá para mí. Aunque también es perfecto, seguro, una túnica o uniforme bien alisado.

Mi más grande placer es la perfección de una blusa doblada. Sujetaremos la prenda por sus mangas… cortas. Suavemente, haremos un movimiento tal que las mangas quedarán justo dónde se encontraría nuestra espalda. ¿No es mágico esto? «Justo donde se encontraría nuestra espalda» ¿Qué otra acción nos permite dar vuelta nuestro cuerpo? El cuello de la blusa ya no tendrá mangas que lo acompañen, sino que se parecerá más a un tronco. Para una mejor realización, podríamos volver a nuestra espalda que ahora también son nuestros brazos y doblar ese gran rectángulo en tres, haciendo coincidir cada doblez, cada vértice, cada línea… la magia está en no dejar que ninguna parte de las mangas se vea, sino que, el rectángulo final…sea simplemente un rectángulo, y que su interior no se vea. Ahí está el placer de la perfección del rectángulo, un torso doblado y doblado, una prenda que podría estar llena de vida, te podría hacer viajar hasta el momento más hermoso vivido o transmitirte lo que nadie, recordar… y sin embargo, ahí estamos nosotros, convirtiéndola en un simple rectángulo, para archivar con mucha probabilidad al fondo de un armario, tal vez dedicándole treinta segundos siquiera.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *